¿quien soy?

Biografía de un pirata inofensivo,

un quijote soñador.

Por Alonso Monroy Conesa-



De feliz infancia, nutrida, sencilla pero inteligente educación. Poco a poco fui creciendo con el sueño de un futuro mejor. Pero también era juez y parte, era negro y blanco, era bueno o malo. De actuar correcto y deseos reprimidos, moral inquisitoria, culpa aprendida, y ante todo un inteligente bufón.



A ratos, desobedecía la ley, seguía mis instintos, libre o libertino, siempre un soñador. Pero la culpa volvía, la moral ataba el deseo, el miedo la agresión, mi enemigo: la perfección. Desde pequeño, inquieto amante, coqueto de voz, en busca de otro corazón. Pero como todo puberto inseguro, refugiaba mis deseos, detrás del pizarrón. Admiraba la guitarra, pero un estúpido respeto me merecía no tocarla. Admiraba el fútbol, pero mi panza pudo más que mi único gol. Admiraba el rock, pero era demasiado para mi represión. Y así, dejé pasar los años comos los desamores callados de un pobre pavo romanticón. Me dediqué a la escuela pero nunca dejé de admirar el mundo de afuera.



Mi primera borrachera a los 15, y desde entonces, una peligrosa llave a la diversión. Y si, vivo en la fiesta, pero también sé cumplir con el compromiso de la razón. No fallé académicamente, después de todo me gustaba mucho aprender y eso de estudiar era una satisfacción. Me enamoré cuando menos lo pensaba, de una pija sensible, una chica sencilla, ternura con afán de valoración. Con ella fui amante y villano, tierno y dictador, romántico y represor. Era inexperto, primerizo, un estudiante en el amor. Me enseñó a amar y desamar, a besar, tocar, sentir, suspirar, sudar, y también rezar. Me llenó de deseos y ternura, despertaron sentimientos, me sentí vivo, con miedo a la muerte, con miedo a una vida sin amor. Me hizo sentirme amado y amador, una pareja de corazón. Y cuando más la amaba, más nos dábamos cuenta de nuestras diferencias. Tomó otro camino, yo me detuve de tristeza, y desperté con rumbo a otra sensación.



Y dejé las novias para dedicarme a los amigos de toda la vida, a mí, a conocerme, desnudarme y sufrirme, a veces solo, a veces siempre acompañado. Admirando a mis papás, hablé con ellos más que nunca, me nutrí de su experiencia, sabiduría y enorme corazón. Mis hermanos se volvieron mis maestros, mis héroes y aprendices. El reggae una forma de sentir el amor en la vida, la trova un desahogo a mi solitario corazón. Crecí odiando la corrupción, el poder absoluto y la corrupción. Me fui enfermando de nostalgia y romanticismo no propio de la época, hechizo de libros, cuentos y novelas, un poeta en peligro de extinción. Me alejaba del consumismo, capitalismo, su mentira de un mundo mejor. Sueño con campañas sociales, sueño con un México mejor, odio las fronteras, banderas, economías neoliberales, que sólo dejan marginación.



Y los amores volvieron, y me volvieron loco de amor. Gocé y lloré, vivía de las mieles agridulces del amor. Me convertí en gran amante, y cuando más detalles di, más dolores al corazón sufrí. Pero lo bailado nadie me lo quita, lo vivido lo llevo siempre en el recuerdo, en el morral de mi pasión. También se enamoraron de mí, y rechacé por falta de química, esa chispa del amor. Según mi prima, era un rompecorazones, yo hacía todo lo posible por rechazarlos con respeto y maduración.



Crecí, caminando hacia un sueño de equilibrio social, viajé por el mundo, me hice de amigos increíbles, caí y me levanté, caigo, pero siempre me levanto.



Y así, en las palabras y el sabor de su tinta vivo ahora, tranquilo y feliz, contento y energético, vivo, me siento vivo.



No tengo más estrategias que las de un soñador valiente que llora de tarde en cuando. Asusta mi prosa, y a veces más el sentimiento que las respalda. Olvido el mundo impersonal que vivimos, olvido su frialdad y congelo al destinatario. Mi metáfora menguante busca un destinatario sensible, ni su mala prosa es ofensiva y menos agobiante, bueno, eso espero yo.



A veces grande, a veces diminuto, a veces fuerte, otras frágil como el minuto. Con tanto defectos, que me dan miedo, pero me muestran un lado que me implora no ser ciego. Entiendo si caigo mal, imposible no ofender si tanto escupo al viento.



No entiendo a la mujer que llora por un hombre romántico que desea y que al conocerlo sólo se aleja. Debí haber vivido en otra época, o mejor resignarme a mis versos, porque no he de cambiar los sueños de algún día encontrar aquella que admire a un trovador más. Lo cursi lo dejo en la práctica, ya lo sabrás, me refugio en estas palabras, donde escondo el dolor y latir de mi pasión, el sentir de la vida, mi sed de expresión. Soy cómico, serio, responsable y también Sergio el bailador. Soy lo que soy, no hay más detrás de este telón. Amo la música, soy de vans y converse, puma de corazón. Un comunicólogo enamorado de su vocación.



Después de todo, ese soy yo.