
Y gritamos y nos peleamos, y soñamos, y nos descubrimos y nos perdemos, y nos encontramos y nos volvemos a perder. Son los años de guerra, de libertad y represión, de locura y alegría, tristeza y también depresión. Es la pubertad, es la lucha con uno mismo, con lo establecido, contra sistemas e ideologías, sexualidad y deseos, ángeles y demonios, voces, ilusiones y caídas. Es la rebeldía juvenil, es la adolescencia, son los primeros obstáculos y desviaciones en el camino, ese, el de la vida.
Y es que son los primeros años de verdadera confusión de la persona. Los años de temblores en los paradigmas del joven, cuando todo cobra o deja de tener sentido. Cuando realmente comienzas a conocerte, a descubrirte, desnudando el alma, saboreando olores y sinsabores, degustando la vida con todo y semillas, con todo y cáscara, arriesgando probar el dolor o la amargura de la soledad. Al mismo tiempo que en cada bocanada evocas un nuevo sueño, con nuevo destinatario y código postal. Son años con mensajes secretos en botellas, nostalgias pasajeras, lunas nuevas y promesas en vela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario