buen día!

amor y paz, caminante; cuántos caminos que disfrutar.
seamos piedras ligeras, pisando la mar...


martes, 29 de enero de 2008

el silencio del olvido

CONTINUACIÓN REPORTAJE VENDEDORAS CHIAPANECAS.-

TZOTZILES SE GANAN LA VIDA EN LAS SOMBRAS DE MÉRIDA

Por Alonso Monroy


No ha salido el sol en Mérida y ellas ya esperan, bajo las sombras, el camión que las transportará al centro de la ciudad. Atrás, queda el pequeño cuarto de $800 pesos al mes, con escasa luz, sin baño propio y de una cama, que hospeda a toda la familia Paal Cox, 3 niños y dos adultos, indígenas tzotziles que llegaron hace 5 meses desde los alrededores de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

Esta es la continuación del reportaje que TRIBUNA publicó hace unos días sobre la realidad de más de 100 vendedores indígenas de procedencia chiapaneca, que trabajan y se ganan la vida en las calles de Mérida vendiendo bordados, pulseras y cinturones, la gran mayoría, en críticas condiciones de vida, arrodillados ante la crisis y extrema pobreza que azota a su estado desde hace varios años.

Mientras el sol se asoma y pinta la Catedral, Marta jala de la mano a dos de sus hijos mientras que el más pequeño, de escasos meses, cuelga en un morral detrás de su espalda. Así, ya sin su esposo que busca trabajo de albañil, comienza una larga caminata en busca de un sitio donde pueda vender los más de 10 kilos de mercancía que también debe cargar. El paso es lento, muy lento. A pesar de que apenas comienza el día, el cansancio de una vida gris no entiende de horas ni instantes, sólo busca un respiro y el anhelo de una vida digna, equitativa, normal.

Ya han pasado 40 minutos y aún no terminan de caminar. Marta sabe que no será fácil encontrar un buen lugar para vender, las calles se llenan rápidamente de gente, y ya empieza a llorar el niño más pequeño. Con miedo, deciden descansar en un parque en donde no cruzan mirada con nadie, lucen completamente aparte, traídos de otra realidad. Ahí, varios turistas les sonríen, asombrados por sus vestimentas típicas, faldas negras largas y bordeados coloridos. Toman varias fotos que pondrán en el álbum de recuerdos de México, como si la vida de estos indígenas fuera parte del maravilloso folklore de nuestro país. La realidad: desde hace varios años cientos de indígenas chiapanecos han salido de sus comunidades, marginados, discriminados, en busca de unas monedas, trabajo, alguna oportunidad, desesperados ante el hambre que mata a la sierra y sus habitantes.

En el parque, la indiferencia ante ellos ya es absoluta. Muchos comparten la mirada sólo como cómplices de su desoladora realidad, otros, simplemente pasan de largo. “No nos gusta vivir así, no tenemos dinero y no está bien por los niños. No sé si nos vamos a quedar en Mérida, muchas veces no vendo nada y regreso al cuarto sin monedas, extrañamos la casa pero ahí nos morimos de hambre” relata Marta con la voz muy baja mientras se descubre el pecho para amamantar al más pequeño.

Llama la atención que sólo son mujeres las que venden y recorren las calles. Muchas tienen la relativa suerte de trabajar en un local, contratadas por un comerciante local, donde gozan de los privilegios de una sombra y un lugar donde sentarse, aunque las ventas tampoco son altas. Otras, tienen que pasar los días deambulando por todo el centro de la ciudad.

Pasan las horas y Marta no ha vendido nada. Deciden moverse del parque y mientras camino en busca de una moneda, se cruzan con una tienda de artesanías chiapanecas con aire acondicionado y administrada por comerciantes yucatecos. Allí, Marta se detiene a observar los bordados que están en venta; son los mismos hilos que ya utiliza, la misma técnica y de igual calidad, sólo que mientras ella vende por $40 pesos ese chal bordado, el local les ha asignado un precio de lista de $280 pesos, la diferencia de vivir en la calle, la necesidad de rebajar los precios a pesar de que todo está hecho a mano y de manera tradicional.

“Nosotras vendemos muy poco, a veces ni me alcanza para la comida. En cambio en las tiendas se vende más, claro, si ellos tienen un techo, cuartos amplios, bonitos, así la gente si pasa, pero nosotros cuándo vamos a tener un local, porque si nos contratan ahí como a otras paisanas les ha pasado, te pagan muy mal, aunque por lo menos no caminas con este sol” destaca Marta.

Se ha metido el sol y es hora de regresar al pequeño cuarto que les consume casi toda la ganancia. Llega desgastada y con la preocupación de ver qué les dará de comer a sus tres hijos, y con la esperanza de que su marido haya conseguido trabajo de albañil.

No hay comentarios:

deja una nota

Mi foto
pues esta web es de piratas timidos, o de todos. Escribir, escribir es la pasión, transmitir, comunicar, sentir. write...indiana jones? sor juanas? shakespeare? fridas? lennon y sus submarinos amarillos? paul? de wonder years? pennylane? En fin, deja una nota, de cualquier tipo, formemos una metáfora viva.

by-lon-go

--la tierra, E.T phone home.
Es casa, keep it safe/
and dont worry, be hippie<