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domingo, 27 de enero de 2008

Leones yucatecos 1a parte

Aún recuerdo con sabor a gloria aquellos días, días en que los Leones de Yucatán mostraban una cara diferente a los demás años. Hablo de bésibol, del Rey de los deportes, hablo de un equipo con mística, con pasión, con algo que a veces añoramos a pesar de tenerlo tan cerca...

Su rostro dejaba ver la sed de triunfo y la confianza que sólo los ganadores sienten antes de cada partido.

El estadio Kukulcan revivió y se pintó de ilusiones, sueños, el ansiado anhelo por un título. A cada juego, los leones dejaban todo en la cancha, sus jugadores habían dejado de ser un simple equipo de béisbol para convertirse en un fenómeno social, económico, político y deportivo entre los yucatecos.

Las noches de éxitos continuaban y merodeaba en el ambiente la certeza de que ese año, por fin, los leone lograrían el ansiado título.

Y así fue. Cuando la serie final no podía alargarse más, en una noche de lleno, donde todo un estado apoyaba en todo momento un partido que llegó a durar casí 5 horas. Ahí, con la luna de testigo y más 30 000 corazones latiendo en el Kukulcán, un batazo de homerun de Jessy Castillo destrozó la férrea estrategia del mejor equipo del Norte del país, los Sultanes de Monterrey.

El sueño tuvo que esperar el drama de un partido que se alargó a extra innings, cualquier desconcentración significaría dejar escapar el título.

Sin embargo, los leones ya saboreaban el campeonato y algo esa noche nos hacia pensar que todo podía pasar. La carrera en el tiempo extra hizo que los leones finalizaran el partido con la victoria que los nombra ahora campeones del béisbol en México.

Esa noche de verano será inolvidable, quedará grabada en nuestra memoria la vuelta olímpica con el trofeo, no se olvidará la angustia que los yucatecos vivimos a cada entrada.

Todos tendremos la dicha de estar presentes aún recordamos con la piel enchinada la adrenalina que corrió en nuestro cuerpo con aquel batazo de Homerun. Ese verano será inolvidable, la afición de todo un estado se entregó por completo con un equipo de guerreros que no los defraudó, el campeonato supo a gloria entre todos, después de muchísimos años esperando en la sombra por un triunfo, Yucatán se había convertido en el mejor equipo del país.

Hoy, a un año, los leones siguen moviendo ilusiones y es que una vez más, nuestro equipo ha llegado a las series finales regionales en busca de un boleto de nuevo para la gran final. Hoy, los leones siguen siendo un fenómeno social, económico e incluso político en el estado. Cuando los leones salen a la cancha, los bares y restaurantes de la ciudad se llenan, y qué decir del bello Kukulcán que alberga los sueños e ilusiones de miles de aficionados.


Si hacemos un pequeño alto, nos daremos cuenta de todo el impacto que puede tener un equipo de béisbol. Por un lado, la motivación y deseos de éxito y cambio de todo un estado se alimentaba a cada partido. Socialmente, el efecto es totalmente positivo. La euforia y hambre de triunfo se contagia entre los yucatecos y por algunas semanas el tema de conversación vuelven a ser los leones. Económicamente, la derrama monetaria que deja una serie final es bastante alta. Las ventas completas de boletos, los llenos en bares y restaurantes, la publicidad que genera y los derechos de transmisión por televisión son muestra del impacto económico que pueden causar.

Sin embargo, el mayor logro o beneficio que puede dejar este equipo, no es más que darle vida a los sueños e ilusiones de aficionados que por muchos años aguantaron los tragos más amargos junto a los leones. Una vez más la gente cree en su equipo, confía en poder repetir la hazaña y hacer historia en el deporte estatal con un bi campeonato con sabor a gloria.

Somos testigos de un fenómeno histórico en nuestro estado que pocas veces se toca ver. Es el turno de Yucatán para dejar su huella marcada para siempre. Los recuerdos de este gran equipo, vivirán por siempre en nuestras memorias. Como olvidar un homerun con casa llena, como olvidar el magnífico pitcheo que dio el equipo, como olvidar la garra, espíritu, coraje y pasión que cada noche se desborda entre su gente.

Los leones de Yucatán no son más un simple equipo béisbol, son ahora el motor de todo un pueblo, la fábrica de sueños de miles y miles almas que esperan en el anhelo aquél suspiro de una noche de verano en el Kukulkán, y eso que no llovió tanto.

Gracias Leones.

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